¡Feliz solsticio de verano! Les traigo mis mejores deseos felinos para este nuevo ciclo cósmico, deseos tardíos, pero ciertos, que este año serán originales por diferentes.
La “noche de san Juan”, puente entre el 23 y 24 de junio, es tiempo mágico en el que los rituales del fuego celebran la victoria de la luz sobre las tinieblas. Pero no menos importante es el amanecer del día 24, la “mañana de san Juan”, culminación de esas horas mágicas y de toda la energía desatada en su transcurso.
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En estas prodigiosas amanecidas, “las mañanicas de san Juan”, acontecen toda clase de maravillas, relacionados con el mundo natural y sus espíritus de la vegetación y las aguas. Pero sólo tienen lugar durante breves instantes, entre el momento en que aparecen las primeras luces y aquel en que caen sobre la tierra los primeros rayos de sol.
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Los serpentones y cuélebres tienen mermados sus poderes mágicos, entonces pueden ser vencidos con las ascuas de las hogueras nocturnas. Las xanas, anjanas y donas d’aigua, se sientan al borde de fuentes o lagunas, mientas desenredan sus cabelleras con peines de oro, en espera del valiente que se atreva a desentrañar su encantamiento. Otras, juegan a los bolos con piezas de oro puro; varias, hilan hebras de oro fino en sus ruecas de igual metal; y algunas se presentan como gallinas, con sus pollitos, todos de oro, buscando gusanitos entre las hierbas. Solo las almas puras pueden ver tales encantos y, acaso, obtener de ellas algún favor.
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En la “mañanica de san Juan” las corrientes de arroyos y manantiales se vuelven benéficas, por ello son numerosas las gentes que se bañan, a esa hora encantada, en sus aguas mágicas, en busca de curación para algunos males, aunque otras lo hacen simplemente para evitar enfermar durante el año.
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También es curativo el rocío que la mañanica ha depositado sobre las hierbas, especialmente los tréboles, algunas personas se revuelcan desnudas sobre este líquido en la esperanza de mejorar la salud de su piel, otras lo recogen y guardan para emplearlo, cuando sea menester, mezclado con vino o zumos.
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La “noche de san Juan”, puente entre el 23 y 24 de junio, es tiempo mágico en el que los rituales del fuego celebran la victoria de la luz sobre las tinieblas. Pero no menos importante es el amanecer del día 24, la “mañana de san Juan”, culminación de esas horas mágicas y de toda la energía desatada en su transcurso.
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En estas prodigiosas amanecidas, “las mañanicas de san Juan”, acontecen toda clase de maravillas, relacionados con el mundo natural y sus espíritus de la vegetación y las aguas. Pero sólo tienen lugar durante breves instantes, entre el momento en que aparecen las primeras luces y aquel en que caen sobre la tierra los primeros rayos de sol.
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Los serpentones y cuélebres tienen mermados sus poderes mágicos, entonces pueden ser vencidos con las ascuas de las hogueras nocturnas. Las xanas, anjanas y donas d’aigua, se sientan al borde de fuentes o lagunas, mientas desenredan sus cabelleras con peines de oro, en espera del valiente que se atreva a desentrañar su encantamiento. Otras, juegan a los bolos con piezas de oro puro; varias, hilan hebras de oro fino en sus ruecas de igual metal; y algunas se presentan como gallinas, con sus pollitos, todos de oro, buscando gusanitos entre las hierbas. Solo las almas puras pueden ver tales encantos y, acaso, obtener de ellas algún favor.
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En la “mañanica de san Juan” las corrientes de arroyos y manantiales se vuelven benéficas, por ello son numerosas las gentes que se bañan, a esa hora encantada, en sus aguas mágicas, en busca de curación para algunos males, aunque otras lo hacen simplemente para evitar enfermar durante el año.
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También es curativo el rocío que la mañanica ha depositado sobre las hierbas, especialmente los tréboles, algunas personas se revuelcan desnudas sobre este líquido en la esperanza de mejorar la salud de su piel, otras lo recogen y guardan para emplearlo, cuando sea menester, mezclado con vino o zumos.
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Pero el valor más buscado, en la “mañanica de san Juan”, es el amor. Se supone que, tanto el agua como determinadas plantas, se impregnan de la energía telúrica liberada esa noche. Así, las mozas van a buscar la flor del agua, aquella que recibe la primera luz del alba, en las fuentes, excelente para deshacer encantamientos y encontrar un buen novio dispuesto a casarse ese año.
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Diversas plantas son recogidas y colgadas en las casas, para defenderse de los rayos o tormentas, atraer novio, preservar matrimonios, guardar al ganado del mal de ojo. Aunque lo más significativo son las “enramadas”, que los mozos ponen en la puerta de sus pretendidas, y las mozas en las fuentes para indicar que allí ya ha sido tomada la “flor del agua” como elixir de amor.
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Hola, soy Mamá Oca, como sé mucho del agua y sus magias, el compadre Crispín me pide que colabore en su felicitación del solsticio, para ello os traigo algunos poemas del viejo romancero, sobre la “mañanica de san Juan”, que relatan los afanes de enamorados y enamoradas, así como los prodigios que entonces tienen lugar.
En el primero, es la aparición de un fabuloso barco, con un marinero que canta enigmática canción:
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¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
mañanica de San Juan !
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
las jarcias de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
viene diciendo un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar,
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
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En el primero, es la aparición de un fabuloso barco, con un marinero que canta enigmática canción:
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¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
mañanica de San Juan !
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
las jarcias de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
viene diciendo un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar,
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
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En este otro, es la visión de una doncella que, cual xanas y anjanas, está junto a una fuente peinando sus cabellos con peine de oro.
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Yo me levantara, madre, - mañanica de San Juan,
vide estar una doncella - ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce, - sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan - dice la niña un cantar:
- De los mis amores, - ¿dónde los iré a buscar ?
Mar abajo, mar arriba, - diciendo iba un cantar,
peine de oro en las sus manos - y sus cabellos peinar:
- Dígasme tú, el marinero, - que Dios te guarde de mal,
si los viste a mis amores, - si los viste allá pasar.
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Yo me levantara, madre, - mañanica de San Juan,
vide estar una doncella - ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce, - sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan - dice la niña un cantar:
- De los mis amores, - ¿dónde los iré a buscar ?
Mar abajo, mar arriba, - diciendo iba un cantar,
peine de oro en las sus manos - y sus cabellos peinar:
- Dígasme tú, el marinero, - que Dios te guarde de mal,
si los viste a mis amores, - si los viste allá pasar.
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El tercero es, claramente, la “cristianización” de los personajes de la religión antigua, mediante un personaje mitológico de la nueva religión: la Virgen María, que sustituye aquí a las consabidas xanas y donas d’aigua, en el otorgamiento de mágicos beneficios amorosos.
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Mañanita de San Juan,
cuando el árbol floreaba,
iba la Virgen María
por una fuente sagrada;
más hermosa que una estrella,
más que una estrella galana,
lavando sus pies y manos
y su pulidita cara;
con un libro en las sus manos
dio la bendición al agua.
Bien venida la doncella
que viniese aquí por agua;
que si del agua bebiese,
muy pronto será casada.
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Mañanita de San Juan,
cuando el árbol floreaba,
iba la Virgen María
por una fuente sagrada;
más hermosa que una estrella,
más que una estrella galana,
lavando sus pies y manos
y su pulidita cara;
con un libro en las sus manos
dio la bendición al agua.
Bien venida la doncella
que viniese aquí por agua;
que si del agua bebiese,
muy pronto será casada.
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Este otro, demuestra que tales celebraciones alcanzaban también fama entre los musulmanes de al-Andalus, quienes festejaban tal fecha con torneos donde se hacía, igualmente, exaltación del amor:
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La mañana de San Juan - al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros - por la vega de Granada.
Revolviendo sus caballos - y jugando con sus lanzas,
ricos pendones en ellas - bordados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas - tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene - señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores - allí no escaramuzaba.
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La mañana de San Juan - al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros - por la vega de Granada.
Revolviendo sus caballos - y jugando con sus lanzas,
ricos pendones en ellas - bordados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas - tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene - señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores - allí no escaramuzaba.
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Finalmente, el que creemos más hermoso, declara el triunfo, casi “pagano”, del amor sobre la religión, pues la fuerza de la Madre Naturaleza es tan poderosa que todo lo trastoca, hasta lo más sagrado:
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Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan,
non aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
decían amor, amor.
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Salud y fraternidad.
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Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan,
non aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
decían amor, amor.
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Salud y fraternidad.