Aunque soy un gato común, humilde en muchos sentidos, uno de estos es el sentido común. Por eso reconozco las “irracionales” actitudes de los, a sí mismos llamados, “animales racionales”.
Si no lo creen, vean y comprueben con sus ojos. A fines de junio, en la ciudad de León, con el Sol en su cenit y una temperatura que rajaba las piedras, a los “seres racionales” no se les ocurre nada mejor que tumbarse, rato y rato, sobre un banco de piedra a leer, o permanecer horas y horas en pie, pintando. Nobles actividades, ambas, pero ¿lógicas en tales circunstancias?
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Mientras, mis “irracionales” congéneres, procuraban por todos los medios aliviarse del sofocante calor, ya fuese permaneciendo a la sombra o buscando la reparadora frescura del agua. Desde las glotonas y lujuriosas palomas, que por unos momentos habían abandonado sus inacabables zureos y cortejos, hasta los irresponsables y fieles perros. Demostraban, así, un sentido común, muy poco común en los "animales racionales".
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-¡Guau, guau…! Compadre Crispín, ¿irracionales dices que nos llaman? ¡Pues no veo nada más racional que meterse en el agua cuando aprieta el calor!
-¡Miau, miaauuu...! Razón tienes hermano perro, sobre todo un mastín como tú, al que en invierno esas lanas han de venirle “al pelo” para combatir el frío leonés, pero en verano…
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-¡Guau, guau…! Concluyendo, con todo el respeto del mundo, cariño y buena intención, hacia la raza de los homínidos, suscribo el pensamiento de Sir Crispín de Cheshire, y no tengo empacho en admitir que son ustedes “animales racionales, sí, pero animales”, y quizá más, lo segundo, que lo primero… según el sentido coloquial que ustedes dan a esa palabra. A sus absurdas actitudes me remito.
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Tras lo dicho por el hermano perro, no tengo más que añadir. Ahora me retiro, a la fresca sombra, y ya volveré en Septiembre… ¡Miau! ¡Marramamiaauuu!
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Salud y fraternidad.
Si no lo creen, vean y comprueben con sus ojos. A fines de junio, en la ciudad de León, con el Sol en su cenit y una temperatura que rajaba las piedras, a los “seres racionales” no se les ocurre nada mejor que tumbarse, rato y rato, sobre un banco de piedra a leer, o permanecer horas y horas en pie, pintando. Nobles actividades, ambas, pero ¿lógicas en tales circunstancias?
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Mientras, mis “irracionales” congéneres, procuraban por todos los medios aliviarse del sofocante calor, ya fuese permaneciendo a la sombra o buscando la reparadora frescura del agua. Desde las glotonas y lujuriosas palomas, que por unos momentos habían abandonado sus inacabables zureos y cortejos, hasta los irresponsables y fieles perros. Demostraban, así, un sentido común, muy poco común en los "animales racionales".
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-¡Guau, guau…! Compadre Crispín, ¿irracionales dices que nos llaman? ¡Pues no veo nada más racional que meterse en el agua cuando aprieta el calor!
-¡Miau, miaauuu...! Razón tienes hermano perro, sobre todo un mastín como tú, al que en invierno esas lanas han de venirle “al pelo” para combatir el frío leonés, pero en verano…
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-¡Guau, guau…! Concluyendo, con todo el respeto del mundo, cariño y buena intención, hacia la raza de los homínidos, suscribo el pensamiento de Sir Crispín de Cheshire, y no tengo empacho en admitir que son ustedes “animales racionales, sí, pero animales”, y quizá más, lo segundo, que lo primero… según el sentido coloquial que ustedes dan a esa palabra. A sus absurdas actitudes me remito.
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Tras lo dicho por el hermano perro, no tengo más que añadir. Ahora me retiro, a la fresca sombra, y ya volveré en Septiembre… ¡Miau! ¡Marramamiaauuu!
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Salud y fraternidad.