La Borrachería, Almería.
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Que una bodega lleve el nombre de “La Borrachería”, no choca a nadie. Lo jocoso es que se encuentre situada en la calle Séneca. Allí muestra su letrero, a medio caer, como si el excesivo trasiego de alcohol le hiciese perder el justo equilibrio. Y todo ello en la calle que lleva el nombre del estoico filósofo cordobés, Lucio Anneo Séneca (4-65 d.C.), a quien la historia jugó la mala pasa de convertirlo en preceptor de aquel emperador romano, de los enloquecidos excesos, Nerón, por cuya locura hubo de suicidarse para conservar el honor.
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“En la taberna sentados,
de la huesa descuidados,
nos entregamos al juego
con pasión y sin sosiego...”.
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La Santa Sed, León.
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Sin embargo, ya resulta más chocante, la costumbre de diversos establecimientos de bebidas espirituosas, de tomar nombres alusivos a la religión. En León, justo enfrente del templo románico de Nuestra Señora del Mercado, encontramos dos buenos ejemplos: “La Santa Sed” y “La Sacristía”. ¿Es burla blasfema, propia de borrachos transgresores? ¿Acaso, tan solo, publicidad escandalosa, para atraer por lo equívoco del nombre?
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“Ya hay quien paga el primer vino,
del que bebe el libertino;
honra el otro a los cautivos,
y el tercero es por los vivos...”
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La Sacristía, León.
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Sea como fuere, el espíritu de aquellos rebeldes medievales rezuma por los poros de estos establecimientos, “sotabancos del Averno” como diría un inquisidor. Un espíritu libre, descarado, insolente, un punto escéptico y, sobre todo, burlesco. Que se ríe de lo divino y lo humano, para escapar de la agobiante realidad terrenal. De modo, que podemos calificar estos lugares, sin temor a equivocarnos, como Templos de los Goliardos.
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“cuarto, de cristianos asunto;
quinto, por el fiel difunto;
sigue el seis por la monjas depravadas,
el siete por las tropas emboscadas...”
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Fondón (Almería).
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Esta “obsesión” religiosa, de los mercaderes del vino, alcanza también a los viticultores y bodegueros. En la Alpujarra almeriense, son célebres los vinos de Fondón, y esta bodega ha puesto a uno de sus renombrados caldos, el nombre de “Tetas de la Sacristana”, como queriendo indicar, a los potenciales bebedores, que representa el summun y el non plus ultra de la exquisitez. Un vino que bien pudo haber sido bautizado así, por los burlones goliardos, durante una de sus juergas tabernarias.
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“el octavo por los frailes perversos,
el noveno por los monjes dispersos,
el diez por los navegantes,
once por los discordantes...”.
Calidad que debe ser cierta, pues, el enológico producto ha obtenido el Bacchus de Plata en un concurso internacional. Nos parece bien, muy bien, que se premie un producto de calidad. Lo que nos deja perplejos es el alusivo nombre del caldo: “Tetas de la Sacristana”. Conocíamos el dicho popular que, para exaltar la suma excelencia de un producto lo califica, con frase donjuanesca e irreverente, como “teta de novicia”. Aunque ignorábamos, que las tetas de sacristana no le fuesen a la zaga en bondad suprema, gastronómica o lo que se tercie...
Y es que, todos los días, son de aprender. De ahora en adelante, estaremos más atentos cuando una sacristana se pasee ante nosotros, por si podemos certificar, o no, la realidad del aserto publicitario.¡Tabernero, otra ronda, que paga este goliardo...!
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“doce: los disciplinantes,
trece: los itinerantes.
¡Por el Papa o por el Rey,
beben todos ya sin ley!”
[In taberna quando sumus, Carmina Burana, s.XIII].
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Salud y fraternidad.