Que curiosas metáforas encontramos, al doblar las esquinas de la vida. En la cordobesa taberna de “Las Beatillas”, hay una sala donde durante muchos años se ha reunido la “Tertulia Taurina Manolete”. En un rincón, entre los recuerdos alusivos al diestro, hay una cabeza de toro disecada, que gira su cuello hacia un armario frontero, sobre el que se halla la broncínea cabeza del torero, que le dio muerte en alguna tarde de gloria.
Cuanta justicia poética hay en esta imagen, los irreconciliables enemigos, segados por la Parca, son ahora tan sólo dos cabezas yertas, el toro un trofeo, el torero un recuerdo.
El morlaco, con el gesto sereno y el perfil bravío de su raza, el diestro, con el gesto sobrio y el perfil romano que lo afamó en vida.
¿Se miran, acaso, desde el mas allá, sin el rencor de otrora? ¿Dialogan, mudos, con filosófico senequismo, sobre la banalidad de la vida?
Gladiadores del ruedo, enfrentados a muerte por el honor y la vida, vencedor uno, vencido el otro.
¡Ay, al cabo, ambos fueron vencidos por el Padre Tiempo! ¡Cronos fue quien acabó cortando orejas y rabo, para luego salir a hombros de la plaza! ¡Vae victis!
.
Salud y fraternidad.
Cuanta justicia poética hay en esta imagen, los irreconciliables enemigos, segados por la Parca, son ahora tan sólo dos cabezas yertas, el toro un trofeo, el torero un recuerdo.
El morlaco, con el gesto sereno y el perfil bravío de su raza, el diestro, con el gesto sobrio y el perfil romano que lo afamó en vida.
¿Se miran, acaso, desde el mas allá, sin el rencor de otrora? ¿Dialogan, mudos, con filosófico senequismo, sobre la banalidad de la vida?
Gladiadores del ruedo, enfrentados a muerte por el honor y la vida, vencedor uno, vencido el otro.
¡Ay, al cabo, ambos fueron vencidos por el Padre Tiempo! ¡Cronos fue quien acabó cortando orejas y rabo, para luego salir a hombros de la plaza! ¡Vae victis!
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Salud y fraternidad.