Para quienes se quedaron
admirados y/o trastornados, por nuestra entrada en Pájaros Viajeros: “San
Pedro, como era calvo…”, del 7 junio 2009, referida al pueblo de Quintana del Marco (León),
vaya esta nueva “piedra de escándalo”.
Si allí hablábamos de la villa romana de “Los Villares”, y del busto de Marco Aurelio, “travestido” en san Pedro, por aclamación popular, y encastrado en la espadaña del templo de su pétrea advocación, ahora vamos a referirnos a unos "primos" suyos. Uno de los cuales, curiosamente, se parece sobremanera al citado Marco Aurelio.
[Para quienes deseen recordar
aquella entrada, este es su enlace:
En el sugerente marco de la
Plaza Mayor, en Peñaranda de Duero (Burgos), encarada al Palacio de Avellaneda
(1536), se alza la que fue Colegiata Abacial de Santa Ana.
La austera obra
gótico-renacentista, salida de la mente de Bartolomé de Pierredonda, en 1540,
fue refundida por Rodrigo Gil de Ontañón, en 1550, y finalizada por Pedro de Rasines,
en 1608. Aunque el trabajo material de la misma, se debe mayormente a las manos
de los canteros Pero de Landa, Juan de Redondo, y Rodríguez de la Montaña.
La Colegiata fue comenzada a construir por la Condesa de Miranda, Dª María
Enríquez y Cárdenas, viuda de D. Francisco de Zúñiga, al conseguir bula
pontificia para unir las parroquias de San Miguel y San Martín en ésta nueva de
Santa Ana.
Al inicio del s.XVIII, el templo remató su muro oeste con una sobria portada, barroco-clasicista, obra de Fray Pedro Martínez. Ese retablo de piedra, que es la fachada de poniente, está presidido por una escultura de la santa titular,
tallada por Alfonso Bergaz, y otros cuatro personajes sagrados.
Con tres
personajes más, que de sagrados tienen poco…
Se trata de tres bustos
marmóreos, de emperadores romanos, traídos de la cercana y ruinosa ciudad
hispanorromana de Clunia.
Lo más extraño es, que uno de tales bustos dicen que representa
a Nerón. Aquel cruel gobernante, pésimo artista y gran perseguidor de la secta cristiana... ¡O tempora,
o mores!
¿Cómo
es que fray Pedro Martínez, autor de la portada, no acabó amarrado al Rollo de
Justicia por semejante atrevimiento? ¿Fue idea suya esta “broma” barroca, o
salió del ingenio del Conde de Miranda, un día que había trasegado más “Ribera
de Duero” de lo que la prudencia aconseja?
¿Por qué, mientras la Santa Inquisición, alias “Santo Oficio”,
quemaba personas por no creer lo que la “bondadosa” Madre Iglesia decía que
había que creer, aquellos que colocaban bustos de emperadores “paganos” en la
fachada de sus templos, quedaban impunes?
Quizá el misterio del caso se
encuentra en los nobles patronos de la obra, poderosos en influencias y
dineros, que se permitían el lujo de presumir, sin ninguna humildad cristiana,
de aquello que construían, presuntamente ad
maiorem Dei gloriam… pero que quizá sólo era ad maiorem rei memoriam.
Sobre el arco de la portada, un
gran pergamino de piedra proclama, cual si de un “cartelón” de moderna obra
pública se tratase:
“El excelentísimo señor
Antonio López de Zúñiga Conde de
Miranda, Duque de Peñaranda
concluyó y perfeccionó esta
obra. Año de 1732
Costó 2.219.000 reales”.
Se
les olvidó añadir que, en tan abultado presupuesto, no entraron los antedichos
bustos de personajes non sacros, porque
esos les salieron gratis. Simplemente tuvieron que saquearlos de la vecina ciudad
hispanorromana de Clunia.
Salud y fraternidad.