Las apariencias
casi siempre engañan. Y las apariencias felinas, no digamos…
Un gato que
descansa en el saliente del soleado muro, un tibio amanecer agosteño, podemos
imaginar sin grandes esfuerzos que está solazándose tras una noche no muy
cálida, pues estamos en el norte de Palencia.
Pero ¿se trata sólo de eso, de
algo tan simple? ¿Tan vulgar y ordinario? ¿O es quizá una metáfora visual de la existencia humana?
Si cambiamos nuestro ángulo de visión, observaremos que las interpretaciones pueden ampliarse y hacerse, incluso, esotérico-trascendentales.
El felino, birmano felino, por más señas, está estratégicamente situado junto a un buzón casero, al que parece observar con interés.
Y entonces surgen las dudas. ¿Espera a los dueños de la casa? ¿Espera al cartero? ¿Espera una carta, al igual que el gato “siete-vidas” de la inmemorial cancioncilla infantil?
“Estaba
el señor don Gato
sentadito en su tejado,
marramamiau, miau, miau, miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta:
que si quiere ser casado,
marramamiau, miau, miau, miau,
que si quiere ser casado
con una gatita blanca,
sobrina de un gato pardo,
marramamiau, miau, miau, miau,
sobrina de un gato pardo...”
Dejamos a su
consideración cuanto estimen oportuno razonar, sobre lo que hace o piensa el
satisfecho gato de las fotos. Seguros de que encontrarán en ello grata satisfacción y fácil entretenimiento, amén de un profundo tema de reflexión.
Quizá medita sobre la banalidad de la vida, o
quizá solo está “a verlas venir”. Porque ¿Quién sabe lo que pasa por la mente
de un gato? Yo, no. Y soy uno de ellos.
Salud y fraternidad: Sir Crispín de Cheshire. Marramamiau, miau, miau, miau...
2 comentarios:
Encontróse el Magister
a cierto gato en Palencia.
El felino dijo "miau" a placer
y él lo fotografió con paciencia. Aprenda todo quien esto lea
este ejemplo sorprendente,
que maullar ante la gente,
por muy Sir de Chesaire que sea espere o no una carta
por si amores le propone su gata, es una cosa muy fea.
Guaaaaaau¡
El Mongui
Emérito monsieur Mongui, no se me vaya usía por los cerros de Ubeda, tomando el rábano por las hojas, que todo era metáfora de cómo el entorno nos condiciona a la hora de interpretar lo que vemos.
Salud y fraternidad.
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