viernes, 17 de abril de 2009

¿“Matar judíos” en León?

Si, hace poco, nos sonreíamos con las curiosas contradicciones que la “Semana Santa” producía entre los celtíberos andalusíes, ahora nos asombraremos con una peculiaridad que dicha fiesta religiosa posee entre los “cristianos viejos” del celtíbero Reino de León. Nos contaban, unos autóctonos, la siguiente anécdota sucedida hace años a una pariente, cuando era niña de corta edad.
Se prepara la familia para salir de paseo, y entre los adultos se conversa más o menos así:
-Primero, vamos a tal y tal sitio.
-Vale, ¿y luego?
-Hombre, luego vamos a “matar judíos”.
Y la niña pequeña, que no sabía si había oído bien, pregunta amoscada.
-¿A dónde vamos...?
-A pasear y “matar judíos”, hijita.
Luego de pensarlo, un momento, con esa naturalidad infantil que acepta los disparates más grandes con total naturalidad, la niña apostilló.
-Bueno, pero el mío que sea pequeñín.
Carcajada general y turbación de la pequeña, que no entendía por qué los adultos se reían de su lógica aplastante. ¿No era normal que el suyo fuera “pequeñín”? ¿Cómo iba ella a poder matar nada de un tamaño superior o igual al suyo?
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La explicación a este despropósito, “políticamente incorrecto”, es que en la zona de León llaman “salir a matar judíos”, a la muy sana costumbre de “ir a limonadas” por los bares, durante la “Semana Santa”. Entendiendo por “limonada”, lo que en otros lugares de Celtiberia llaman “sangría”.
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El origen de esta costumbre, que hoy está exenta de connotaciones xenófobas, es incierto. Hay quien dice que es una forma de “venganza incruenta”, que por la ejecución de su Dios se tomaban los seguidores de la nueva religión, y en la que cada vaso de limonada tomado, simbolizaba la muerte de un judío.
Otra versión, afirma que durante las sangrientas luchas entre las comunidades judías leonesas de Santa Ana, Puente Castro y San Martín, algunos “cristianos viejos” tomaron partido por determinado bando, y tras “animarse” con generosas dosis de vino salieron a participar en la degollina “interracial”.
Una tercera y feroz opinión, pontifica que tras el Edicto de los Reyes Católicos (1492) y el Decreto de Felipe III (1609), no quedaron judíos en Celtiberia a los que eliminar o expulsar, por lo que, para “matar el gusanillo”, se inventó lo de la limonada como sustituto de tan feroces intenciones.
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Hay, sin embargo, una explicación más lógica y menos frecuente. La de que “matar judíos”, bajo la forma de libar generosamente limonada o sangría, es tan solo un pretexto barroco, inventado para saltarse a la torera la “abstinencia pascual”. Ello se deduce de una cuarta opinión para este fenómeno, la de quienes afirman que al “estropear el vino”, de esta manera, se hace penitencia imitando el vinagre que los romanos dieron a beber a su dios en la cruz. Es una bonita forma de “hacer virtud de la necesidad”, o como dijo aquel “La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”. Porque juzguen en que consiste la “gran penitencia” de “estropear” el vino: Se toman 5 litros de vino, 1 de agua, 1 kilo de azúcar, un kilo de limones y dos ramas de canela; a los que, al gusto, se añaden, higos, naranjas y un “toque” de orujo; se pone todo en una tinaja de barro, y se deja en reposo una semana. El resultado es un líquido, que duda cabe, “completamente penitencial”...
Desde luego, aunque no seamos violentos, ni seguidores de la nueva religión, a esa “penitencia” y a esa “matanza” suya, nos apuntamos de muy buen grado.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 1 de abril de 2009

Al-Andalus: "La Pasión según el pueblo".

Las celebraciones religiosas de Semana Santa son algo variopinto, en cada región tienen un sello especial, un carácter particular, que las hace atractivas y, a veces, enigmáticas. Pero el sur... el sur es otra cosa.
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En Egipto, sin ir más lejos, son festejos excepcionalmente singulares. Desde luego, ignorábamos que en Egipto se celebrase la Semana Santa, al menos hasta que un vistoso cartel, en cierta agencia de viajes cordobesa, nos descubrió este hecho.
Lo que nos inquieta, es la salud de los “costaleros” egipcios que lleven aquellos “pasos”. ¿Cómo les quedarán los riñones y la columna, tras levantar esas imágenes de la foto? Eso es penitencia, y no la de los “pasos” con ruedas y motor añadido.
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Pero dejemos la “exótica Semana Santa egipcia” y regresemos hasta al-Andalus, que también tiene su dosis de “exotismo local”.
Al recorrer las calles de Córdoba, podemos percibir mensajes confusos. De repente, nos topamos con un gran portalón sobre el que reza: “Entrada triunfal”. Al pronto, creímos que se trataba de una exageración del lenguaje, esa que el tópico atribuye a los andalusíes de pura cepa.
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Por suerte, al lado del portón, otro letrero aclaraba el enigma: “Hermandad Entrada Triunfal”. Se trata del local, sede de una hermandad de Semana Santa, que porta nombre tan rimbombante, y no de un particular acostumbrado a entrar en su cochera cual emperador romano a bordo de cuadriga.
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El fervor popular, en sentido amplio, que las gentes del sur tienen, a la hora de expresar su “original” sentido de la fe, hace que nos topemos con extrañas señales de tráfico, como aquella que reza: “Prohibido, detenerse y estacionar, Miércoles y Sábado de Cuaresma. Por ensayos cofradía”. Lo cual queda claro, para los autóctonos, creyentes o no. Pero, ¿los extranjeros y nacionales, de otras creencias, sabrán a que fecha se refiere esta prohibición?
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La “exuberancia” expresiva y la austera economía del lenguaje, que caracteriza a los andalusíes contemporáneos, produce a veces abstrusas manifestaciones. Es el caso de este letrero, que sobre una portada indica: “Hermandad Borriquita”, dándose el caso de que haya quienes, ajenos a las tradiciones locales, duden sobre el significado del texto. ¿Se refiere a la escasa capacidad intelectual de la Hermandad? Por supuesto que no, simplemente se han “comido” preposición y artículo donde debería decir “Hermandad de la Borriquita”.
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Entre los tópicos de estas fechas, se encuentra aquel que trata sobre las “guerras”, “disensiones” y “disputas”, entre Hermandades y Cofradías. Algo quizá más frecuente en el pasado, y hoy con algún caso puntual. Pero también, de forma más habitual, se dan casos de fraternidad, como la que anuncia con agradecimiento esta cerámica, referido a una tormenta. Aunque, los no avisados, podrían objetar que es absurdo agradecer algo así, puesto que según las normas de la nueva religión eso sería lo normal, y agradecer algo normal es, cuando menos, redundancia...
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Para el final, hemos dejado este aviso, encontrado en la puerta de una Hermandad, el cual podemos subtitular como algunos chistes antiguos: “Sin palabras”. O como diría un intelectual del Siglo de Oro: “¡Quede esto, para ejercicio de buenos juicios...!”
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Entiéndase todo lo dicho, cum grano salis, pero siempre con el respeto que las creencias ajenas, aunque no las compartamos, se merecen.
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Salud y fraternidad.