miércoles, 20 de julio de 2011

O tempora! o mores!

Ya lo dijo Cicerón, refiriéndose a la corrupción de costumbres en su época: ¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres! Frase que, por repetida, se ha convertido en tópica, pero que no por ello deja de tener menos vigencia.
En la autovía de Andalucía, a su paso por Andújar (Jaén), cerca del desvío hacia el Santuario de su patrona, Nuestra Señora de la Cabeza, nos encontramos con un reconfortante restaurante-cafetería-tienda de souvenirs.
Su interior, se adorna con una colorida cerámica de gusto popular, en forma de mural, que ocupa toda una pared del establecimiento. El tema representado, como no podía ser menos en tal lugar, es la aparición, sobre el olivo en que faenan los altivos aceituneros del poema, de esa peculiar Virgen Negra, Nuestra Señora de la Cabeza, que originalmente se llamó "del Cabezo" por el cerro en que se halla su santuario.
Se trata de un bonito homenaje, a la patrona celestial que recoge la devoción, la fe sencilla y los ruegos de esos esforzados agricultores jienenses, para que proteja sus cosechas, vidas y haciendas.

Sin embargo, al contemplar el conjunto mural en perspectiva, tendremos que exclamar como Cicerón: O tempora! o mores!
Junto a esa pared, flanqueando a la devota imagen sagrada, han colocado las "máquinas recreativas" del local, dos "tragaperras", y una conexión a Internet.
En los tiempos que corren, en este siglo XXI, "cambalache digitalizado y virtual", ya no basta con proteger a los honrados y laboriosos aceituneros, sean o no altivos. En este siglo, la santa Virgen, sea blanca o negra, se apode "del Cabezo" o "de la Cabeza", es traída de ídem por quienes la requieren también para protegerlos por haberse sumergido "de cabeza, pies y manos", en el diabólico mundo electrónico.
Podemos imaginar a quienes, sentados ante las ludopáticas maquinitas, van introduciendo mecánicamente, hipnotizados por sus parpadeantes lucecitas y sus monótonas musiquillas, moneda tras moneda, soñando con el premio gordo, y rezando a la Divina Patrona para que les caiga a ellos. Podemos imaginarlos pulsando los botones, a ritmo nervioso, con una mano, mientras con la otra sujetan el "móvil" sobre su oreja, pronunciando el "ábrete sésamo" de la inter-comunicación actual: "¿Dónde estás...?"
Y podemos imaginar, a los desorientados navegantes del océano de Internet, rezando para que "la red" no les atrape, para que no les contagie sus "virus", para que en sus ojos aparezca la buscada imagen, y les proporcione unos instantes de piadoso olvido sobre la estresante realidad.
Ante esta "sincrética" imagen, tanto da el ciceroniano: "¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres!", como la zarzuelera sentencia de D. Sebastián: "¡Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad!"

Salud y fraternidad.