martes, 25 de diciembre de 2012

Sagrados leños célticos: Olentzero, Tió, Nochebueno y Tizón de Nadal.

Desde el culto egipcio de Horus, al indo-iranio de Mitra, pasando por las demás culturas clásicas, todas celebraron el renacimiento anual del Sol, como divinidad procreadora. Prácticamente todos los pueblos de la antigüedad, han solemnizado con diversos festejos y rituales ígneos la llegada del Solsticio de Invierno.
En estos ritos, con hogueras, quema de troncos, de muñecos, etc., se pretendía "animar" la energía del Sol para que renaciese acrecentada, difundiendo sobre la Madre Tierra su poder regenerador en todos los seres vivos, ya fuesen cosechas, rebaños, o humanos.
Uno de los rituales de la cultura céltica, para estas fechas, consistía en un tronco de árbol, preferentemente la sagrada encina, que adornaban con acebo, hiedra, muérdago y otras plantas siempre verdes. Colocado en el lugar de honor, dentro de la vivienda, durante varios días todos los miembros de la familia le pedían deseos, tocando su corteza, tras ofrecerle regalos en forma de golosinas y pequeños objetos. 

En la noche del solsticio, la madre o la abuela, colocaba el tronco sobre el hogar y le prendía fuego, utilizando para ello un tizón medio carbonizado del tronco del año anterior. Luego, se le dejaba arder, lentamente, mientras se repartían entre todos las golosinas y regalos ofrecidos al tronco.
De su combustión, se procuraba guardar otro tizón para encender el tronco del siguiente solsticio, así como las cenizas que eran conservadas como talismán contra diversos males: enfermedades, tormentas, sequías, plagas, etc.
Este ritual, a pesar de la imposición de la mitología judeo-cristiana, ha sobrevivido a través de los siglos en multitud de culturas, sincretizándose con las nuevas creencias.
En Italia, el tronco se conoce como “Ceppo”, en Inglaterra como “Yule Long”, en Francia como “Bûche de Nöel” y en Alemania como “Christbrand”.
Cuando, a partir de fines del s.XIX, comenzaron a desaparecer las chimeneas, sustituidas por las estufas de carbón, la tradición de quemar el tronco se fue restringiendo al ámbito rural, donde todavía subsiste en lugares muy concretos. En el resto de lugares, se sustituyó por un pequeño tronco, decorado con ramitas de acebo y velas, como adorno de Nadal.
 
En Francia, durante el citado s.XIX, el pastelero Pierre de Lacam decidió reconvertir el “Bûche de Nöel” dándole un giro comercial a la tradición. Así nació el dulce de igual nombre: un bizcocho delgado, enrollado en espiral, relleno de crema, castañas y almendras, cubierto por una capa de chocolate que imita las rugosidades del tronco de árbol al que sustituye. Y rematado con hojas de mazapán, setas de merengue y otras dulces fantasías.
En las diversas regiones de Celtiberia, de norte a sur, la costumbre estuvo también muy extendida, hasta hace relativamente poco.
Por Sierra Mágina (Jaén), llamaban al tronco “el Nochebueno”. Se trataba de un tronco de olivo “santificado” con agua bendita, aguardiente, o aceite. Las casas se adornaban con guirnaldas de hiedra o acebo y manojos de muérdago, para protegerse de visitas indeseables.
Durante la Nochebuena, junto al tronco, se dejaban dulces para la chiquillería, luego era encendido por el miembro más joven y el más viejo de la familia. Sentados a su alrededor, se cantaban villancicos y se contaban antiguas historias. Los tizones, o cenizas, se guardaban para arrojarlos a la calle durante las tormentas y, mediante este acto de magia profiláctica, deshacerlas o volverlas inofensivas.

En Euskadi, recibe diversos nombres según comarcas, “Gabonzuzi”: Tea de Nochebuna, o “Porrondoko”: Tronco Grande, etc., cuyas cenizas tienen poderes mágicos.
Los niños identifican el tronco con el “Olentzero”, un personaje escapado de las creencias pirenaicas. Gigante primigenio, trasmutado en carbonero, dicen que baja a los valles para castigar a los niños malos y premiar a los buenos con golosinas. El muñeco que lo representa es quemado como fin de fiesta, mientras le cantan coplillas: “Erre pui erre quémale el culo a Galerre, erre pui errín quémale el culo a Don Crispín”.
En el moderno Olentzero, se oculta el recuerdo de los viejos Jentilak pirenaicos, aquellos gigantes borrachines y camorristas, al tiempo que bonachones benefactores de la humanidad, todo ello entrelazado con el mágico tronco del solsticio invernal. 

Por Aragón, el tronco es conocido como “Tronca de Nadal”, o “Tizón de Nadal”. Mediante su quema, la familia busca propiciar la bonanza de sus miembros y la prosperidad para su hacienda.
La tronca o “toza” más grande de la leñera, se reserva para Navidad y en un hueco al efecto se guardan golosinas. El día de Nochebuena, los niños realizan el rito de “hacer cagar la tronca”. Primero se  “bautiza” con aguardiente, o vino, luego la golpean con palos, entonando el estribillo: “Tronca de Nadal, manda al mayoral que nos de confites la noche pascual”, o el menos elegante: “caga tronca, caga ya, los dulces de Nadal”.
Cuando la chiquillería ha obtenido los confites, la tronca se quema lentamente. La ceniza se conserva por sus poderes fertilizantes, protectora de animales y personas, las astillas a medio quemar se guardan en el sobrado como protección contra los rayos.
Ya en el s.XVII, la abadesa del Monasterio de Casbas (Huesca), Ana Abarca de Bolea, recogía esta tradición:
 “Toz la claman buena noche,
dirálo la colazión
y lo tizón de Nadal
que ye nombrado tizón”.

En Cataluña se conoce como “El Tió”, o Tronco de Nochebuena. Antaño era bendecido, colocado en el hogar el día de Nochebuena y encendido para que ardiese lentamente. En la comida, el pan estaba amasado con la harina de la primera gavilla de la última siega y se servía el vino nuevo, de la reciente vendimia. Era como reiniciar el discurrir del tiempo, poner en marcha el siguiente ciclo vital que el sol nuevo debía propiciar.
En la actualidad la tradición del “fuego nuevo” ha quedado reducida al entorno infantil. El “Tió” es un leño “humanizado”, tocado con la típica barretina y un rostro sonriente pintado en un extremo del leño. La chiquillería lo golpea, mientras le canta: “Tió, caga torró. Si no en vols cagar, un cop de bastó”: Tió, caga turrón. Si no quieres cagar, un golpe de bastón.
El sincretismo judeo-cristiano, justifica los poderes obsequiosos del “Tió”, mediante una leyenda: los pastores que iban para venerar al Niño Jesús, no tenían presentes que ofrecerle, así que le entregaron su comida y ellos se quedaron sin cena. Cuando regresaban, se detuvieron a descansar sobre un tronco y entonces salieron de él todo tipo de ricos alimentos...   

Sea como fuere, el “Nochebueno”, “Olentzero”, “Tizón de Nadal”, o “Tió”, aunque las gentes ya no lo recuerden, continúa perpetuando un ritual que se pierde en la noche de los tiempos, mediante el cual se entregaba al fuego purificador todo lo caduco, lo agotado, para poner el tiempo a cero y que el mundo comenzase a girar de nuevo.
Un rito referido al solsticio invernal, cuando el “viejo Sol” da paso al “Sol nuevo”, anunciando que, un año más, el ciclo vital del universo renace de sus cenizas.
 
Que el simbólico “tronco” os obsequie con su mejores “golosinas”.
 
Salud y fraternidad.

viernes, 21 de diciembre de 2012

¡Feliz Solsticio Invernal 2012-2013!

Llegó el 21-12-2012 y pasó lo que tenía que pasar...
A las 12 horas y 12 minutos tuvo lugar otro cambio del ciclo cósmico: se produjo el solsticio de invierno.
El día de hoy es el más corto y su noche la más larga del año, lo cual significa que a partir de ahora la luz diurna irá ganando terreno a la nocturna oscuridad.
La Naturaleza, en apariencia dormida, va a trabajar en silencio, para que la primavera sea un tiempo de despertares floridos y crecimientos fructíferos.
 
Mientras la claridad natural aumenta, intentemos potenciar nuestra luz interior.
Vamos a suministrarle toda la energía que podamos, para que sea un faro fiable, digno guía de nuestro rumbo en el proceloso mar del cotidiano vivir, sorteando con su luz los escollos de las adversidades.
 
Que nuestra inteligencia, el razonamiento lógico, la firmeza mental, los sentimientos positivos y la tolerante comprensión del mundo que nos rodea, sean la exacta brújula en que podamos confiar para llegar a la meta propuesta sin demasiados rodeos.
 
Al margen de las metáforas sobre las rutas del espíritu, yo estoy soñando ya con las rutas del mundo real. Aquellas que me gustaría recorrer en compañía de los amigos, para discutir un poco, bromear algo, comer cuando convenga, beber si se tercia, filosofar con moderación y estar en silencio si la ocasión lo requiere.
 
Es mi deseo que haya salud -buena salud por supuesto- y economía -medianamente llevadera-, para que todos podamos reunirnos de nuevo alrededor de los mapas, dirimiendo sesudamente, o al buen tun-tun, según venga la cosa, hacia donde dirigir nuestros pasos curiosos, en pos de la sorpresa románica, del paisaje natural, o de la fonda en que llenemos la "andorga" de productos típicos de la tierra. 
 
Compañeros de viaje, si el destino es complaciente tarde o temprano volveremos a vernos por los caminos del inmenso mundo...
Mientras, sabed que aquí queda este humilde gato custodiando, con sus mejores deseos, los sueños que tengáis a bien atesorar en vuestro espíritu.
¡Feliz Solsticio Invernal!
 
Salud y fraternidad.
Firmado: Sir Crispín de Cheshire, "gato europeo común".

martes, 18 de diciembre de 2012

Estaba el señor don Gato... ¿Pero en qué estaba?

Las apariencias casi siempre engañan. Y las apariencias felinas, no digamos…
Un gato que descansa en el saliente del soleado muro, un tibio amanecer agosteño, podemos imaginar sin grandes esfuerzos que está solazándose tras una noche no muy cálida, pues estamos en el norte de Palencia.
Pero ¿se trata sólo de eso, de algo tan simple? ¿Tan vulgar y ordinario? ¿O es quizá una metáfora visual de la existencia humana?   

Si cambiamos nuestro ángulo de visión, observaremos que las interpretaciones pueden ampliarse y hacerse, incluso, esotérico-trascendentales.
El felino, birmano felino, por más señas, está estratégicamente situado junto a un buzón casero, al que parece observar con interés.
Y entonces surgen las dudas. ¿Espera a los dueños de la casa? ¿Espera al cartero? ¿Espera una carta, al igual que el gato siete-vidas de la inmemorial cancioncilla infantil?

“Estaba el señor don Gato
sentadito en su tejado,
marramamiau, miau, miau, miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta:
que si quiere ser casado,
marramamiau, miau, miau, miau,
que si quiere ser casado
con una gatita blanca,
sobrina de un gato pardo,
marramamiau, miau, miau, miau,
sobrina de un gato pardo...
 
Dejamos a su consideración cuanto estimen oportuno razonar, sobre lo que hace o piensa el satisfecho gato de las fotos. Seguros de que encontrarán en ello grata satisfacción y fácil entretenimiento, amén de un profundo tema de reflexión.
Quizá medita sobre la banalidad de la vida, o quizá solo está “a verlas venir”. Porque ¿Quién sabe lo que pasa por la mente de un gato? Yo, no. Y soy uno de ellos.
 
Salud y fraternidad: Sir Crispín de Cheshire. Marramamiau, miau, miau, miau...

domingo, 9 de diciembre de 2012

"El inquieto sueño de Nosferatu..."

Todavía es posible toparse, en algunos templos rurales, con ciertos elementos de la práctica mitológica judeo-cristiana que hoy nos resultan un tanto chocantes, aunque antaño eran moneda corriente en el vivir cotidiano del país. Un país donde no se podía creer otra cosa diferente de la que sus autoridades consentían, porque si osabas creer, o des-creer, a tu antojo, te exponías a graves consecuencias morales, sociales y penales.  
Que ello no es exageración nostálgica, o deformación de la memoria, lo prueba el hecho de que incluso a sus propios fieles la religión oficial, única y auténtica por real decreto, los gobernaba mediante el terror y la coacción. ¿Qué no?
Vean lo que encontramos en el magnífico templo románico de Murillo de Gállego (Zaragoza), sobre el lateral de un viejo confesionario, que en otras partes llamaban “penitenciario”.
Un cartel roído por el paso del tiempo y carcomido por la humedad anuncia, con grandes letras y clara ortografía decimonónica, para que nadie pueda llamarse a engaño, lo siguiente:
 
“Si confiesas un millón
Y callas solo un pecado,
No vale tu confesión
Y te quedas condenado.
Si confiesas tus pecados
Sin ánimo de enmendarte,
No tienes otro remedio
Que eternamente abrasarte.

El formato versificado no es gratuito, se utiliza para que el mensaje cale más profundamente en el inconsciente. Por si acaso, que la memoria es flaca, el cuerpo débil y la ocasión propicia…
Ante tal botón de muestra cabe preguntarse, ¿si éste es el lenguaje de la mitología “de un dios de amor”… cuál habría sido el mensaje de haberse tratado de un dios menos “benevolente y cariñoso”?
Sobre este “amoroso” cartelito parece sobrevolar la sombra tenebrosa de aquella institución llamada “Santo Oficio”, que de “santo” no tenía nada y cuyo “oficio” consistía en la tortura, con hoguera “purificadora” incluida. 
Y aunque su contemplación hoy nos arranque una leve sonrisa, ante lo que consideramos algo superado, algo del pasado, tengamos presente aquella inquietante frase de José Saramago:
“No desertemos. La intolerancia amenaza el mundo”.
Porque el espíritu “de amor”, que inspiró el citado cartelito, no ha perecido, no es un fantasma. Es un muerto viviente que duerme el sueño inquieto de un largo día soleado, como el vampiro “Nosferatu”, en espera de que retorne la oscuridad, pueda salir de su tumba para alimentarse con nuestra sangre y nos convierta en uno de sus “no-muertos sin vida”.

¡Ah, se me olvidaba, de parte de Nosferatu: felices fiestas!

Salud y fraternidad.