miércoles, 25 de noviembre de 2009

Las Edades “del Hombre”. Sí, pero, ¿de cuál de ellos...?

Mi vecino, don Deogracias, que a pesar de su bendito nombre es un ácrata irredento, se complace en proponerme temas polémicos. En esta ocasión, fue el de esas “edades”.
Antes de entrar en faena, es justo reconocer el valor didáctico, de divulgación y salvaguarda de nuestro patrimonio cultural, que han tenido esta serie de exposiciones, conocidas como “Las Edades del Hombre”, hecha tal precisión, vayamos al lado oscuro de la Luna.
El título de este sarao, define ya de entrada que algo no va bien. Hace tiempo que surgió la polémica sobre el lenguaje “sexista”, en los libros de historia, proponiéndose que con poco esfuerzo se podía evitar el agravio comparativo, y expresar los conceptos en correcta forma impersonal.
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Opina mi vecino, que los organizadores, de “Las Edades del Hombre” no se han enterado, porque deben estar todavía “atravesando el Sinaí”. Así expresado el tema, podemos sospechar: ¿es que la mujer no tuvo nada que ver en estas edades históricas? ¿Es que se trata, de una historia de hombres, escrita por y para hombres?
En buena lógica, no. Las mujeres tuvieron tanto que decir, en todas estas edades, como sus compañeros varones. Para ser equitativos y expresarnos con corrección gramatical, no solo corrección política, el suceso debería haberse titulado: “Las Edades de la Humanidad”.
Pero claro, puntualiza don Deogracias, si analizamos someramente la personalidad, siquiera sea jurídica, de los organizadores, veremos que ellos no podían poner otro título que el que le han puesto: Las Edades “del Hombre”.

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De un lado, está la Fundación de carácter religioso Las Edades del Hombre, cuya meta aparente es la difusión y promoción del arte sacro castellano-leonés, a pesar de que mi quisquilloso vecino diga que la meta subliminal es el “apostolado”. Aunque para ello se base en simples pruebas circunstanciales: el Patronato está formado por dos arzobispos y nueve obispos, que son “hombres venerables”, todo lo venerables que se quiera, pero hombres. Gobernados desde el Vaticano por otro hombre, representante directo de un “dios anciano y barbudo”, al que cuando se le ocurre tener descendencia, lo hace teniéndose a sí mismo como un “hijo”, un “dios-hombre”.
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De otra parte, están los mandos y jerarcas políticos, de la Junta de Castilla y León, que financia el “invento” al alimón con la entidad bancaria, privada, Caja España. Una Junta, cuyo color ideológico mayoritario coincide con el credo religioso de los “hombres venerables”, aquellos que, según mi malediciente vecino, creen y predican lo de “la mujer, pierna quebrada y en casa, a ser posible amordazada” –aunque ahora tan solo lo digan por lo bajini, en espera de nuevos tiempos en que puedan volver a proclamarlo como dogma de fe-.
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¿Qué “edades”, ni que gaitas, opina don Deogracias, podían surgir de este caldo de cultivo “intelectual”, de este maridaje clerical-político-bancario que, según el, en lugar de maridaje es “contubernio”? Tan solo podían surgir Las Edades “del Hombre”, al fin y al cabo su “dios-hijo” se apoda “hijo del hombre”.
-Y si lo que digo no es “la fetén”, que venga el “padre” y lo vea, que para eso presume de ser tres machos distintos y un solo dios verdadero... -apostilla sentencioso el terrible don Deogracias.
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[Nota: las opiniones de don Deogracias son exclusivamente suyas, y coincidirán, o no, con la línea editorial del autor del blog, según convenga].
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Salud y fraternidad.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Gatuperios... ¿Apagón analógico, o “negocio antológico”?

Como decía don Hilarión, en la inefable zarzuela La Verbena de La Paloma: “Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad... ¡Es una brutalidad! ¡Es una bestialidad!”.
Adelantan tanto, que nos van dejando atrás. Menos mal que, la Madre Naturaleza, nos ha dotado de mecanismos de adaptación, porque si no íbamos apañaos... Pero, así y todo, es un duro trago.
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Esto viene a cuento del “apagón analógico”, es decir, el “negocio analógico” para vender televisores de nueva generación, a quién pueda pagarlos, y convertidores de señal al que no pueda. ¿Y a mí qué me importan, el negocio ni la tecnología? ¡Pues me importan, que carayu!
Tenía yo un magnífico televisor, es verdad que algo cascado por los años, pero todavía en funcionamiento, aunque lo que más me gustaba de él era esa superficie lisa, calentita y susurrante de la parte superior.
.Allí me colocaba yo, bien para otear el horizonte y controlar a mis mascotas humanas desde tan práctica atalaya, bien para descabezar una siesta acunado por el rumor de la programación y entibiado por el calorcillo del mecanismo interno. Cuantas tardes, con la cabeza recostada en el estante de los clásicos, ¡ah, mis amados clásicos, he soñado que era un rugiente león de la sabana, o un sigiloso tigre de la selva, como esos que amaban y cazaban en los documentales que se desgranaban por la vieja pantalla..Hasta que un día infausto, sonó el alegre din-don del timbre musical, abrieron la puerta y entró un humano desconocido, con una caja enorme. Durante un rato, estuvo trajinando con el extraño objeto que sacó de ella, mientras hablaba con la mascota humana que vive en mi casa. Yo, prudente según mi raza, me guarecí como pude bajo el abrigo, al acecho por lo que pudiera pasar, y bastante mosqueado porque aquel humano había quitado mi televisor de su lugar para arrinconarlo en el suelo del salón..Cuando, al cabo de un rato que se me hizo eterno, el humano desapareció como había venido, me atreví a salir de mi escondite y... ¡horror, mi televisor ya no estaba, sólo quedaba un rastro de su olor! ¡¿Qué es esto, qué ha pasado, nos han robado?! Maullé a mi mascota, entre irritado y desesperado. Él, con voz culpable, me explicó entonces lo del “apagón analógico”, que había tenido que reciclar el viejo televisor y que ya no los fabrican como aquel. ¿Reciclado mi televisor? ¡Tirado a la basura! ¿Y qué era aquel objeto, maloliente, puesto en su lugar?.
¡Un nuevo televisor, de pantalla plana, TDT, antirreflectante, estéreo, y bla, bla, bla...! Recitaba mi mascota, cual papagayo, intentando convencerme de las ganancias del cambio. Pero sus ganancias, para mí, son pérdidas. Aquel televisor, si es que puede llamarse así, carece de superficie superior, es decir, carece de anchura para que yo pueda acostarme a placer, allí no hay espacio para hacer siestas. ¡Me han desahuciado, arrojado lejos de mis clásicos!.
¡Cómo odio a este objeto, para mí, inútil! ¡Y dicen mis mascotas humanas, que es un adelanto de la ciencia! Y un cuerno, lo que es... es un trasto feo, plano, extra-plano y extra-puñetero. Claro, que la culpa no es toda de mis mascotas, es de la ciencia esa que invocan, y de los mercaderes que buscan inventos, sin parar, para que los humanos compren ídem. ¡Cómo odio este cacharro, si supiese hacerlo le escupiría!.
He perdido mi mejor reposadero, ahora, ya solo me quedan mi casita de espuma, mi cojín-cama, mi sillón de ordenador, mi silla de comedor, y mi sofá... En el me enrosqué, a rumiar mi mala suerte tecnológica, mientras mi mascota humana, con aire divertido, se entretenía en recitarme un ripioso “poema”, alusivo a esta tragedia, por ver si me consolaba, pero yo estoy inconsolable.
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Volviose Alkaest trovero,
y por el estro acuciado,
tomó la lira y trovó
lo que al felino ha pasado.

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No es torpe, no, su invención,
en el clavo ha dado, cierto,
que la “tele” de Crispín,
desapareció este invierno.

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-“¡Ay, aquel tibio aparatejo
que adormecía mis siestas,
aquel que fue mi cobijo!”
-El buen gato se lamenta-.

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-“¿A do marchó, desechado,
por el progreso maligno,
que dejóme descamado?”
-Lamentase, el buen minino-.

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De reojo mira el plano,
estrafalario, sustituto,
ensoñando el bien perdido
que por ancho jergón tuvo.

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¿Dónde ahora dormirá,
estirado a su capricho,
dónde se retrepará,
que esté igual de calentito?

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Enrocado en un sillón,
de reojo mira al “bicho”,
-“¡Que malos dengues te fundan!”
-Maldice por lo bajito-.

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-“¡Así pierdas la color,
el contraste y el sonido.
Y que tus cables los roan
ratones, para hacer nido¡”

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Enfurruñado y mohino,
se ha dormido en su rincón,
el gato Crispín, soñando,
soñando, con su gran televisor...

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[Moraleja: La técnica y el progreso, siempre hacen la puñeta...].
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Marramamiauuu. Salud y fraternidad.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Los pies del gato de Cervantes...

Hola gente humana, estaba yo lavándome las patas, que ustedes llaman pies, cuando recordé ese controvertido refrán en que se nombran mis muy prácticas extremidades:
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“Andar buscando los tres pies al gato”.
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Así dice en su versión actual, para motejar a quienes insisten demasiado en algún asunto, tentando la paciencia ajena; y a quienes quieren encontrar más razones, de las que realmente hay, para demostrar lo imposible.
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Sebastián de Covarrubias lo cita por vez primera en su Tesoro de la Lengua Castellana (1611):
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“Buscar cinco pies al gato se dice de los que con sofisterías y embustes nos quieren hacer entender lo imposible; nació de uno que quiso probar que la cola del gato era pie”.
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Por su parte, Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), recoge el refrán en su forma correcta:
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“Buscais cinco pies al gato y no tiene más que cuatro; no, que cinco son con el rabo”.
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La culpa de la corrupción, para pasar de los cinco pies a solo tres, se la adjudican a Cervantes, pues en su Don Quijote (1605), capítulo XXII de la primera parte, escribe:
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“Donosa majadería, repondió el comisario; bueno está el donaire con que ha salido a cabo de rato: los forzados del rey quiere que le dejemos... váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante... y no ande buscando tres pies al gato. Vos sois el gato y el rato y el bellaco, respondió Don Quijote”.
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Una parte del pueblo llano se dio cuenta, bien pronto, del disparate que suponía restar una pata al minino, cuando el refrán original pretendía censurar el “exceso”, y dejó constancia del cambio en un cuarteto anónimo:
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“El normal cuatro presenta,
tres si le falta una sola,
y cinco si quien las cuenta
toma por pata la cola”
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La gran difusión y popularidad del Quijote, debió tener su cuota de culpa para extender la corruptela del refrán, pues la autoridad que le daba su fama hubo de ser bastante para que parte del público adoptara la errata como lugar común, sustituyendo, con las absurdas tres patas, el sentido metafórico, lógico, de las cinco patas y el rabo.
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No obstante, habría que averiguar por qué el ínclito don Miguel de Cervantes cometió tamaño desaguisado, en 1605, cuando en 1611 y 1627 todavía se recogía por escrito la tradición, en refranero uso, de los cinco pies gatunos. Parece cosa impropia de Cervantes, culto conocedor de las costumbres populares.
Hay quien aventura una hipótesis, curiosa y verosímil, para explicar este desliz cervantino.
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La explicación viene de la Marca Carolingia, donde una “gata” amiga afirma que en los territorios de habla catalana, se dice el refrán como:
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“Cercar els tres pèls al gat”. -Buscar los tres pelos al gato-.
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En catalán, “pelos” se pronuncia “pèls” que fonéticamente se parece mucho a “peus”, o sea, “pies”. Ergo, si alguien que no era catalano-parlante lo “tradujo”, en forma literal, al castellano, le salió lo de “los tres pies”. ¿Fue Cervantes el traductor-traidor...?

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Este refrán citaría como disparate el buscar “tres pelos al gato”, porque nunca encontraremos un gato con el pelo de tres colores, siempre que veamos un felino tricolor se tratará de una hembra, una gata. Según la genética, y la bromas de la Madre Naturaleza, sólo las gatas pueden ser tricolores.
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Por su parte, un felino amigo, erudito y castellano viejo, asegura que “los tres pies” no es corrupción, sino variante del otro refrán. Y si Cervantes lo usó, no fue por despiste, sino por buen gramático, puesto que la palabra “gato” designaba también una bolsa hecha con su piel. Palabra que consta de dos sílabas, "ga-to", dos “pies” métricos, y nunca tres.
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O sea, que este lío refranero, sobre mis gatunas patas, está muy lejos de ser esclarecido.
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¡Ah, un aviso! Lo de la quinta pata del gato, en el refrán, no tiene nada que ver con la procaz jotilla popular:
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“Aquí va la despedida,
la que echó el gato a la gata,
que subiendo la escalera
le engarzó la quinta pata”
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Salud y fraternidad.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Feliz Samhain, feliz Año Nuevo Celta.

En el bronce galo de Colingny, s.I d.C., Samhain es nombrada como Samonios y existe alguna otra variante. Pero, fuese con uno u otro apelativo, esta festividad celebra entre los pueblos celtas el final del verano y el comienzo del invierno. Esta transición estacional, señala el inicio del Año Nuevo. Es un festejo cíclico, propio de una sociedad agrícola y pastoril, que marca el cambio de labores en los cultivos y en la cría del ganado.
Los pastores recogen sus rebaños trayéndolos desde los pastos de verano, celebran mercados ganaderos, sacrifican las reses necesarias y preparan su carne para conservarla como alimento invernal. En Irlanda, se celebra la gran asamblea de los cinco reinos, en Tara, durante el Samhain, con carreras de caballos, ferias con productos de temporada, ritos pastoriles de fertilidad, bailes y hogueras.
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Pero por encima de todo ello, están los festejos rituales para conmemorar la muerte y renacimiento del año, del ciclo estacional. La noche entre el último día de octubre y el primero de noviembre, al ser la frontera temporal entre las dos estaciones, se sitúa fuera del tiempo, por ello las leyes naturales del mundo quedan en suspenso durante esas horas. La puerta entre el “mundo natural” y el “más allá”, queda abierta, con lo cual los espíritus difuntos pueden pasearse por la tierra de los vivos, y el espíritu de ciertos vivientes –como druidas y druidesas, o bardos- puede desplazarse al otro lado.
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Por eso, es en esta fecha cuando tienen lugar numerosos hechos sobrenaturales de la religión y los héroes célticos: el dios Dagda se une con la fértil diosa Morrigán, que así comparte con el sus poderes de oráculo; el héroe Cú Chulain, aprovecha para tener encuentros con mágicas damas del Otro Mundo; el dios del amor, Oenghus, captura y se empareja con la dama oca, Caer.
Es una época de gran actividad celeste, llena de espíritus y energía sobrenatural, cuando los mundos de vivos y muertos se mezclan estrechamente. Todos los ritos que en esta noche mágica se celebran, tienden a controlar la actividad de esos espíritus, para que no se desmanden, y a festejar las diversas divinidades para que sean propicias a la humanidad.
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La nueva religión, con su sentido trágico y triste de la muerte, era incapaz de competir con esta forma alegre y desenfadada de enfrentarse al tránsito materia-espíritu. Por ello, como única manera de aniquilar estas creencias y hacer prevalecer las suyas, convirtió a los dioses, genios y espíritus celtas, en diablos, y a sus adoradores en hechiceros, e hizo creer que los alegres bailes y fuegos de Samhain, eran obscenos aquelarres de brujas.
Por suerte, no todos se dejaron engañar. La tradición continuó, más o menos disfrazada, los fuegos siguieron encendidos; las calabazas talladas, con velas en su interior, se encienden todavía. Y las gentes, aunque ya muchas no sepan el por qué, continúan felicitándose e intercambiando regalos y golosinas.
La nueva religión no triunfó del todo, las alegres hogueras de Samhain han prevalecido sobre las tristes hogueras de la inquisición. La Religión Natural del felíz fuego regenerador, libremente aceptada, todavía triunfa en algunos espíritus sobre la religión impuesta por el fuego del dolor.
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A nuestros compadres y comadres, del “aquelarre” de la piedra mágica de Barahona, y a todos los “brujos” y “brujas” que durante este año se han sumado al conciliábulo, les deseamos lo mejor. Feliz Samhain, feliz Año Nuevo, que la Triple Diosa Madre os colme de bendiciones.
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Salud y fraternidad.