sábado, 17 de abril de 2010

Azahares en Abril...

Por la primavera, dicen que se altera la sangre. A mi compadre Alkaest, lo que se le alteran son las evocaciones. Llegado Abril, da siempre en soñar con el lejano sur andalusí: el ruido de sus acequias y surtidores, el perfume de las flores nuevas, la luz de sus muros encalados, el renovado verdor de los plateados olivares. Mira por la ventana y suspira: “¡Ay, aquellos abriles antiguos, que fueron a dar a la mar mientras vivía la vida...!” Sonríe, para sus adentros, íntimamente satisfecho, luego pasa su mano por mi lomo y se excusa: “Cosas de humanos, señor Crispín, cosas de humanos...”
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Y no me asombra que se ponga así. Entrando Abril, en el sur los naranjos estallan en flor, el aire se embriaga de azahar, calles y patios huelen a infancia desenfadada, a juventud enamorada, a nostálgica madurez. Huele a mañanas nubladas y frías, a mediodía suave y azulado, a tardes lluviosas y templadas, a noches tibias y perfumadas. Huele a soles viejos y a lunas nuevas, huele a azahar, a vida que renace una y otra vez, hasta que la Madre Tierra quiera...
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Poético, pero extraño árbol, el naranjo. Todavía está cargado de frutos maduros y ya se atropellan sus frescos azahares, presagio de la nueva cosecha. Todavía hay frutos a medio madurar, y las flores se amontonan con prisa por producir otros nuevos. Extraño árbol, que no duerme pero derrocha energía vital por todos sus poros, como si quisiera contagiarnos su exuberante optimismo vegetal.
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En Abril, icluso el refranero se vuelve optimista, vigoroso, despreocupadamente alentador, todo es abundancia y se cuenta por miles:
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“Para vos todo el año, y para mí Abril y Mayo”.
“Sale Marzo y entra Abril, nubecitas a llorar y campitos a reír”.
“Abril trae flores y Mayo se lleva los honores”.
“Pájaro y flor, en Abril buscan su amor”.
“En Abril, cada gota vale por mil”.
“En el mes de Abril harás quesos mil, y en el de Mayo tres o cuatro”.
“De los leños mil, guarda un ciento para Abril”.
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La sensual flor del naranjo, el azahar, citrus aurantium, toma su nombre del árabe az-zahr, que significa “flor”, derivando en el dialecto andalusí hasta designar únicamente las flores blancas de los cítricos, que darán lugar a limones, naranjas, limas, toronjas. Es muy sugerente que, de esta misma raíz, surgió la palabra “azar”, suerte, porque en el juego de las tabas, este huesecillo de carnero, usado a modo de dado, se marcaba con un “azahar” en la cara correspondiente a buena suerte. Sus propiedades medicinales son sedantes, ligeramente hipnóticas, por eso con ellas se prepara la célebre “agua de azahar”, y por eso el aire que perfuman sus flores nos resulta tan especial...
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“Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!”
(Baladilla de los tres ríos, Lorca).
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Que en vuestros corazones se produzca, una vez más, “también hacia la luz, y hacia la vida, otro milagro de la primavera...”
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Salud y fraternidad.