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Si hay un juego que simboliza la vida humana, en toda su brutal y cruda realidad, ese es el Juego de la Oca. Todo lo que en él nos ocurra, es real como la vida misma.
Aquí no hay cociente intelectual que valga, ni posición social que nos empuje o sostenga, ni fuerza bruta que tuerza la realidad, ni astucia, picardía o triquiñuela con las que sacar ventaja sobre los demás.
Ya puedes ser un “Einstein” o un “lento”, por mucho que te concentres y quemes las neuronas –si es que tienes varias- al tirar los dados la suerte “está echada”. Los números van a salir de forma aleatoria, puedes cruzar los dedos, jurar en arameo, rezar, maldecir, pero los dados van a caer a su aire, no al tuyo. Así, pagarás peaje en el puente, dormirás en la posada, volarás a lomos de alguna oca cual nuevo Nils Holgerson, etc. Y si tienes “suerte”, si los “hados” te son propicios, evitarás la cárcel, te salvarás de la muerte por los pelos y sortearás el laberinto sin más contratiempos. Pero, incluso así, necesitarás sacar los puntos exactos para poder entrar al Jardín de la Oca, el Paraíso final. Unos puntos que no podrás obtener a tu capricho, sino a capricho del destino que los dados te ofrezcan.
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Si hay un juego que simboliza la vida humana, en toda su brutal y cruda realidad, ese es el Juego de la Oca. Todo lo que en él nos ocurra, es real como la vida misma.
Aquí no hay cociente intelectual que valga, ni posición social que nos empuje o sostenga, ni fuerza bruta que tuerza la realidad, ni astucia, picardía o triquiñuela con las que sacar ventaja sobre los demás.
Ya puedes ser un “Einstein” o un “lento”, por mucho que te concentres y quemes las neuronas –si es que tienes varias- al tirar los dados la suerte “está echada”. Los números van a salir de forma aleatoria, puedes cruzar los dedos, jurar en arameo, rezar, maldecir, pero los dados van a caer a su aire, no al tuyo. Así, pagarás peaje en el puente, dormirás en la posada, volarás a lomos de alguna oca cual nuevo Nils Holgerson, etc. Y si tienes “suerte”, si los “hados” te son propicios, evitarás la cárcel, te salvarás de la muerte por los pelos y sortearás el laberinto sin más contratiempos. Pero, incluso así, necesitarás sacar los puntos exactos para poder entrar al Jardín de la Oca, el Paraíso final. Unos puntos que no podrás obtener a tu capricho, sino a capricho del destino que los dados te ofrezcan.
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La Rueda de la Fortuna. Monasterio de la Oliva, friso fachada oeste, 1134, Carcastillo (Navarra). [Diapositiva 20 julio 1981].
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¿No es, todo ello, imagen calcada de la realidad cotidiana? ¿O es que alguno, nada más nacer, ha podido programar su existencia para vivir de tal y cual forma? No, a menos que la programación tuviese lugar en el Limbo, antes del nacimiento, la respuesta es no. Estamos ante una imagen simbólica de la Madre Naturaleza en todo su terrible esplendor, dependemos de su “capricho” y somos guiados por él.
Algunos llegan al Jardín de la Madre Oca, en siete tiradas, de corrido, pero otros se eternizan del laberinto al treinta. Y hay quienes, sin proponérselo, avanzan y retroceden alternativamente. Girando, todos, a caballo de esa Rueda de la Fortuna, tan cara al pensamiento medieval, que bien puede asimilarse a la rueda espiral de la Oca.
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Algunos llegan al Jardín de la Madre Oca, en siete tiradas, de corrido, pero otros se eternizan del laberinto al treinta. Y hay quienes, sin proponérselo, avanzan y retroceden alternativamente. Girando, todos, a caballo de esa Rueda de la Fortuna, tan cara al pensamiento medieval, que bien puede asimilarse a la rueda espiral de la Oca.
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Rueda de la Fortuna de los Amantes. Monasterio de Santa María, sarcófago de Pedro I, s.XIV, Alcobaça (Portugal). [Diapositiva 9 agosto 1991].
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¿Cuál es la moraleja? Aprender a convivir con los aspectos caprichosos de la vida, tanto negativos como positivos, porque una cosa es segura, ya tardemos, ya retrocedamos, habrá un momento en que llegaremos a la meta. Incluso si topamos con la muerte, no seremos expulsados del Juego, sólo estaremos obligados a empezar de nuevo...
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Salud y fraternidad.
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Salud y fraternidad.
2 comentarios:
Esas fotos de la Rueda de la Fortuna me encantan.
La representación del Monasterio de la Oliva no la conocía y es genial!
La rueda del tiempo que a todo el mundo pone en su lugar, hoy aquí, y mañana allá. Chachi!
La pena es que la pobre diapositiva está ya para el arrastre, por eso no la puse en Laberinto románico, pero es una pieza única. No conozco otro ejemplar similar, tan sólo en algún manuscrito.
A mí me recuerda la rueda budista del "samsara", las reencarnaciones, en cada una de las cuales se da al humano una oportunidad de evolución para liberarse del mundo físico.
Y sólo digo que me recuerda, no que tengan algo que ver... ¿O quizá si?
Bueno, de momento vamos a quedarnos con el "hoy acá, mañana allá".
Salud y fraternidad.
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