Al caer de la tarde, un 5 de abril de 2009.
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En la cima del Monte Irago (1504 m.), al borde del Camino Jacobeo, en términos de Foncebadón (León), se alza un gran montículo de piedras coronado por un enorme poste de madera, de cinco metros, sobre el que hay una pequeña cruz de hierro que da nombre al lugar: “la Cruz de Ferro”. Aquí termina La Maragatería y principia El Bierzo.
En tiempos de la Antigua Religión, estos amontonamientos eran conocidos como “Monte de Mercurio”, divinidad protectora de los caminantes y viajeros, los cuales dejaban junto al altar del dios un guijarro, traído de su tierra, como ofrenda por la protección solicitada. Aunque Mercurio era un dios romano, en su persona se sincretizó una divinidad celta representada con tres rostros, pues vigilaba todas la encrucijadas. Se suponía que los manes, espíritus de los difuntos, vagaban reclamando otros espíritus, como compañía. Para evitar perder su alma, los caminantes ofrendaban una piedra, porque estas, como todo lo existente, tenían espíritu, y así contentaban a los manes errantes.
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La Edad Media volvió a sincretizar estos montículos, bajo el nombre de Monxoi, Manjoya, Monsgaudi, etc., o sea “Monte del Gozo”, que indicaba a los peregrinos que habían coronado con éxito un dificultoso paso de montaña y que, allí, estaban a salvo de las almas errantes como “La Santa Compaña”, “Güestia” o “Estantigua”. Este Monxoi jacobeo fue “santificado” por el abad Gaucelmo, de la Hospedería de Foncebadón, en el s.XI, al colocar la primitiva “Cruz de Ferro” en las lindes de lo que entonces era Galicia. La costumbre de amontonar guijarros persistía, y los caminantes: buhoneros, segadores, peregrinos o arrieros, continuaban trayendo una piedra, recogida en su lugar de origen, para dejarla como ofrenda penitencial en el Monxoi. Existían en diversos lugares, algunos de los cuales todavía conserva el topónimo, aunque hayan perdido su montículo.
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En la actualidad, las “ofrendas” se han sofisticado. Cada peregrino, y recordemos que los motivos de cada quien para hacer el Camino son polifacéticos, deja al pie de la cruz una piedra escrita con los mensajes más variopintos, o un pequeño objeto que, para ellos, tienen un significado simbólico personal e intransferible, aunque a un observador ajeno le resulte absurdo.
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Pero, en esencia, el concepto ritual sigue siendo el mismo que en tiempos celtíberos, ofrendar algo personal, íntimo, volcar el alma, tanto si es por sentido positivo como negativo, para librarla de lo intangible y sus peligros.
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El sentido “penitencial”, del acto de arrojar una piedra al montón, afirma que mientras más grande sea la piedra, más pecados o más graves son las faltas perdonadas, a condición que la piedra sea traída del lugar de origen del penitente. No vale hacer trampa, y tomar una gran piedra de los alrededores para depositarla allí.
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Al hilo de esta costumbre, hace poco escuchamos allí la siguiente conversación, sobre el montículo de la Cruz de Ferro, entre un abuelo y su nieto:
-Abuelo, ¿puedo poner piedras aquí arriba?
-Niño, no pongas piedras ahí, que las piedras representan los pecados, y tu no tienes pecados porque eres muy pequeño.
-¿Y esas piedras tan grandes?
-Las piedras más grandes, de este lugar, son de los más grandes asesinos que hay en el mundo: Aznar y Zapatero.
Ni que decir tiene, que nos quedamos “petrificados”. ¡Toma teología-política, popular, pedagógicamente adaptada para niños! Puede que ambos personajes merezcan serios reproches, por una u otra de sus actuaciones políticas, no lo dudamos, pero de ahí a calificarlos, ante un niño, y en semejante lugar, como “los más grandes asesinos que hay en el mundo”... En fin, quede ello para ejercicio de buenos juicios.
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Para olvidar esta exagerada explicación, cuando menos inapropiada, vayan estas tres nostálgicas imágenes del Monxoi y su Cruz de Ferro, en el transcurso de veinte años, durante los cuales el mástil de madera fue sustituido para reparar los estragos del tiempo.
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Un soleado mediodía, del 3 de agosto de 1981.
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Presintiendo la cercana tormenta, el 13 de abril de 1990.
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En medio de la bruma y la nevisca un 16 de abril de 2000.
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Salud y fraternidad.
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En la cima del Monte Irago (1504 m.), al borde del Camino Jacobeo, en términos de Foncebadón (León), se alza un gran montículo de piedras coronado por un enorme poste de madera, de cinco metros, sobre el que hay una pequeña cruz de hierro que da nombre al lugar: “la Cruz de Ferro”. Aquí termina La Maragatería y principia El Bierzo.
En tiempos de la Antigua Religión, estos amontonamientos eran conocidos como “Monte de Mercurio”, divinidad protectora de los caminantes y viajeros, los cuales dejaban junto al altar del dios un guijarro, traído de su tierra, como ofrenda por la protección solicitada. Aunque Mercurio era un dios romano, en su persona se sincretizó una divinidad celta representada con tres rostros, pues vigilaba todas la encrucijadas. Se suponía que los manes, espíritus de los difuntos, vagaban reclamando otros espíritus, como compañía. Para evitar perder su alma, los caminantes ofrendaban una piedra, porque estas, como todo lo existente, tenían espíritu, y así contentaban a los manes errantes.
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La Edad Media volvió a sincretizar estos montículos, bajo el nombre de Monxoi, Manjoya, Monsgaudi, etc., o sea “Monte del Gozo”, que indicaba a los peregrinos que habían coronado con éxito un dificultoso paso de montaña y que, allí, estaban a salvo de las almas errantes como “La Santa Compaña”, “Güestia” o “Estantigua”. Este Monxoi jacobeo fue “santificado” por el abad Gaucelmo, de la Hospedería de Foncebadón, en el s.XI, al colocar la primitiva “Cruz de Ferro” en las lindes de lo que entonces era Galicia. La costumbre de amontonar guijarros persistía, y los caminantes: buhoneros, segadores, peregrinos o arrieros, continuaban trayendo una piedra, recogida en su lugar de origen, para dejarla como ofrenda penitencial en el Monxoi. Existían en diversos lugares, algunos de los cuales todavía conserva el topónimo, aunque hayan perdido su montículo.
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En la actualidad, las “ofrendas” se han sofisticado. Cada peregrino, y recordemos que los motivos de cada quien para hacer el Camino son polifacéticos, deja al pie de la cruz una piedra escrita con los mensajes más variopintos, o un pequeño objeto que, para ellos, tienen un significado simbólico personal e intransferible, aunque a un observador ajeno le resulte absurdo.
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Pero, en esencia, el concepto ritual sigue siendo el mismo que en tiempos celtíberos, ofrendar algo personal, íntimo, volcar el alma, tanto si es por sentido positivo como negativo, para librarla de lo intangible y sus peligros.
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El sentido “penitencial”, del acto de arrojar una piedra al montón, afirma que mientras más grande sea la piedra, más pecados o más graves son las faltas perdonadas, a condición que la piedra sea traída del lugar de origen del penitente. No vale hacer trampa, y tomar una gran piedra de los alrededores para depositarla allí.
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Al hilo de esta costumbre, hace poco escuchamos allí la siguiente conversación, sobre el montículo de la Cruz de Ferro, entre un abuelo y su nieto:
-Abuelo, ¿puedo poner piedras aquí arriba?
-Niño, no pongas piedras ahí, que las piedras representan los pecados, y tu no tienes pecados porque eres muy pequeño.
-¿Y esas piedras tan grandes?
-Las piedras más grandes, de este lugar, son de los más grandes asesinos que hay en el mundo: Aznar y Zapatero.
Ni que decir tiene, que nos quedamos “petrificados”. ¡Toma teología-política, popular, pedagógicamente adaptada para niños! Puede que ambos personajes merezcan serios reproches, por una u otra de sus actuaciones políticas, no lo dudamos, pero de ahí a calificarlos, ante un niño, y en semejante lugar, como “los más grandes asesinos que hay en el mundo”... En fin, quede ello para ejercicio de buenos juicios.
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Para olvidar esta exagerada explicación, cuando menos inapropiada, vayan estas tres nostálgicas imágenes del Monxoi y su Cruz de Ferro, en el transcurso de veinte años, durante los cuales el mástil de madera fue sustituido para reparar los estragos del tiempo.
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Un soleado mediodía, del 3 de agosto de 1981.
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Presintiendo la cercana tormenta, el 13 de abril de 1990.
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En medio de la bruma y la nevisca un 16 de abril de 2000.
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Salud y fraternidad.
10 comentarios:
Quizá, amigo, habrá que pensar en un sentido más prosaico, pero no menos trascentente. Con ese gesto, se evita tropezar " con la misma piedra".
Salud y románico
Que penitencia más curiosa, ... pero si el pecado es tan gordo que no hay piedra capaz de levantar, que hago?
Y si, como hace el Fende, va enamorándose de piedras foráneas y haciendo copiosa colección, anárquicamente agrupada, en el patio de la casa familiar...
¿¿¿Se convierte éste (el patio no el Fende) en infierno dónde se purgan culpas ajenas???
Estoy llena de dudas que me corroen...¡Lo que portarán esos dichosos rípios en el disco duro y sin un maldito antivirus que detecte sus pecados!
Salud y fraternidad.
¡Hay queridiños míos...!
Las almas humanas son pozos insondables, y solo cada quien sabe que monstruos habitan en sus oscuras aguas. Unicamente cabe esperar que, al ir a beberlas, no nos devore uno de ellos.
Si es cierta la tradición, al menos algunos se habrán deshecho de ciertos monstruitos, más o menos grandes, en este Monxoi...
No seré yo el que juzgue las pasiones coleccionistas ajenas, y si alguien da en guardar piedras en su patio, con su pan se lo coma -es metáfora, se comprende-, pero yo intentaría averiguar primero que clase de "alma" tiene esa piedra.
Aunque como cosa práctica, más que las de piedra, son preferibles las "almas de cántaro", útiles para contener toda clase de líquidos, encurtidos, frutos secos y aún de cereales...
Salud y fraternidad.
Curiosa costumbre que no conocía.Mi pregunta es:¿está dicha costumbre solamente ligada al camino de Santiago?,o por el contrario,¿pueden hallarse los montículos fuera de dicho contexto?.
Por otro lado,las razones para hacer el peregrinaje a Santiago,o a la Meca;en mi foro interno,yo las condenso en una,a saber:la fe en la intervención de un ente supremo,en lo que acontece en la vida(para mejorarla,claro;eso sí,la mía),de personas incapaces de depositar dicha fe sobre sí mismos.Allá cada cual con su fe...
No habiendo Dios,no existe pecado,adiós piedra.Aunque manifiesto mi intención de llevar una de mi lugar,si tal montículo visitáse.Siempre considerando tal acto,como homenaje a los antepasados,jamás con cariz religioso(menos vista la "coronación").También por que no se dijese que sólo vine a llevar,si no también a traer.
La definición de nuestros honorables líderes políticos,guías y espejo donde la nación se mira;por parte del abuelo,me parece muy exagerada.
Acabando ya:que lo de lo de los enlaces entre homosexuales,y liberalización del aborto;es una piedra que muchos tienen en el ojo,perdón,en los ojos.Dicho guijarro,les provoca tal actividad lagrimal,que les impide la visión de nada más.
Si viniésen a dejarla al montículo,veríamos auténticos sillares.Que,por cierto,podrían servir para construir un parador nacional,o similar...
Saludillos...(se me calienta la boca y claro...)
No es intención de este blog, ni propia, andar señalando pajuelas en ojos ajenos, pues bastante tengo con las vigas que hay en los míos. Así que allá cada cual con sus creencias, o "descreencias", y líbrenos la Diosa de los malos políticos, sus "brillantes" ideas y sus fanáticos seguidores...
No obstante, no tengo yo muy claro que la "presunta" ausencia de una divinidad elimine la existencia de "pecados". ¿Desaparece el delito, porque no exista el juez?
Prolija controversia crearía esta especulación, así que me la ahorro y os libero de ella.
Como dijo la sibila Egeria del Peloponeso: "¡Quede esto para ejercicio de buenos juicios!"
Respecto a la tradición de los "monxoi", en efecto, no está ligada unicamente al Camino de Santiago. Existieron en diversos lugares, pero siempre, claro, en lugares señalados de caminos muy transitados. Todavía es posible reconocer algunos topónimos, que nos dan cuenta de su situación.
En el medievo, llegó incluso a existir una Orden de Caballeria nombrada Santa María de Montegaudio, o sea Santa María del Monte del Gozo, creada en Jerusalén en 1160 y disuelta seis años más tarde.
Caballeros cruzados la recrearon en Castilla, en 1174, donde fue conocida con los nombres de Montealegre, Monsfrag y Montfragüe, que en 1221 fue anexionada por la de Calatrava.
En Aragón, también en 1174, se instaló con los nombres sucesivos de Montgaudí, Mons Gaudii y Montegaudio, que en 1196 sería anexionada por el Temple.
Su dedicación primordial fue la atención hospitalaria, y de hospedaje, para peregrinos y viajeros pobres.
También debería ser objeto meditativo, el cómo una tradición ritual, de la Antigua Religión, acabó sirviendo de base para la creación de una Orden de Caballería, benéfico-asistencial, dentro de la nueva religión.
¡O tempora, o mores!
Salud y fraternidad.
Un momento,en el delito,a la fuerza hay un perjuicio a otro.No así en el pecado,pues hay acciones que son esto último,sin llegar a ser lo primero.(No daré ejemplos en éste caso concreto).
Para lo primero tenemos los jueces,y para lo segundo,los dioses.Ya que ambos,a la hora del veredicto se dilatan en el tiempo bastante más de lo deseado,siempre podemos acudir a la conciencia,quien tal haya;que,normalmente,no requiere tanto trámite...
Saludos.
Me ha encantado tu post. Algun dia, cuando vaya me llevare una piedra desde aca!XD
Cuando han ido amigos por aquellos lugares atravesando el Atlántico, les pido que me traigan una piedrita de los lugares que visitan, quien sabe para que, pero alli las tengo :P
Es que somos un montón de pecadores!
Aunque pienso, después de estar una semanita con este tema, las ofrendas que se hacen ¿Porqué tiene que representar pecados?
Un abrazo,
Estas piedras, solo representan "pecados" para los "pecadores"...
En la Religión Antigua, eran ofrendas a los espíritus de las encrucijadas, para que guiase y protegiese los pasos del caminante.
Luego, la triste mitología judeo-cristiana, corrompió las creencias y así hasta hoy.
Salud y fraternidad.
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