Templo de Nuestra Señora del Vallejo, Alcozar (Soria). [Fotos 22 de noviembre 2008].
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Saba, en la galería porticada de Santa María del Rivero, San Esteban de Gormaz (Soria), poco sospechaba la insólita aventura que el destino le deparaba...
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Caímos por Alcozar, pequeño pueblo soriano, un sábado de fría ventolera y nubosidad variable. En lo alto del cerro campaban las ruinas del templo de Nuestra Señora del Vallejo –una contradictoria advocación-, que están excavando con vistas a ser restaurado. Allá nos dirigimos por la empinada cuesta, saltamos del coche y tras nosotros saltó la perra Saba, quien se lanzó hacia las ruinas siempre dispuesta a “culturizarse” románicamente. Nos acercamos a las menguadas piedras y, justo entonces, nos dimos cuenta del error. El suelo estaba lleno de cortes estratigráficos y tumbas medievales recién excavadas. ¡Todo ello repleto de huesos humanos! ¿Un festín medieval, para un perro del siglo XXI?
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Alcozar, corte estratigráfico del terreno bajo el muro sur. Depósito óseo en fosa común.
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Para nuestro asombro, Saba no les hizo ningún caso. Después de tantos siglos bajo tierra, los humanos acabamos por no tener interés ni para la curiosidad canina. No obstante su manifiesto desinterés por los huesos, no dejamos de vigilar, por si acaso el instinto “perruno” terminaba por salir a flote.
Al rato, descubrimos con horror que Saba tenía el hocico completamente cubierto de tierra, signo inequívoco de que había estado escarbando y enterrando algo... ¡Ay, terrible sospecha! ¿Y si, por fin, a nuestras espaldas había saqueado el yacimiento y escondido un hueso humano?
Tras recriminarle su acción con palabras indignadas, investigamos por donde la habíamos visto merodear últimamente y, al cabo, ella misma se delató. Al acercarnos a cierto montón de tierra comenzó a gruñir y morder las botas de su dueña, señal inequívoca de que allí estaba el “cuerpo” del delito y no quería cederlo.
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Alcozar, enterramientos individuales bajo el muro oeste.
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Sin embargo allí no se veía nada, aunque el misterio lo aclaró la propia Saba. Al ver que nos acercábamos tanto a su “tesoro”, intentó rescatarlo. La sorprendimos tirando de un trozo de cuerda basta, que sobresalía del terreno, y tanto tiró que desenterró el “hueso” al que estaba atada. ¡Oh, sorpresa y chasco! No se trataba de hueso humano alguno, sino del típico hueso de jamón con su cuerda atada a la pezuña...
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Saba con el "cuerpo" del delito... [Foto cortesía de Pata de Oca].
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La explicación, se imaginaba sencilla. Los obreros de la excavación, debían haberse dado un banquete de buen jamón serrano, abandonando luego la extremidad inservible: pezuña y cuerda. Moraleja: Los perros son más inteligentes que los humanos, pues mientras nosotros nos extasiábamos fotografiando huesos, mondos y lirondos, de congéneres muertos hace un puñado de siglos, Saba, más lista que el hambre, reciclaba un reciente y sabroso hueso de cerdo, quien sabe si ibérico o de bellota.
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Salud y fraternidad.
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Caímos por Alcozar, pequeño pueblo soriano, un sábado de fría ventolera y nubosidad variable. En lo alto del cerro campaban las ruinas del templo de Nuestra Señora del Vallejo –una contradictoria advocación-, que están excavando con vistas a ser restaurado. Allá nos dirigimos por la empinada cuesta, saltamos del coche y tras nosotros saltó la perra Saba, quien se lanzó hacia las ruinas siempre dispuesta a “culturizarse” románicamente. Nos acercamos a las menguadas piedras y, justo entonces, nos dimos cuenta del error. El suelo estaba lleno de cortes estratigráficos y tumbas medievales recién excavadas. ¡Todo ello repleto de huesos humanos! ¿Un festín medieval, para un perro del siglo XXI?
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Alcozar, corte estratigráfico del terreno bajo el muro sur. Depósito óseo en fosa común.
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Para nuestro asombro, Saba no les hizo ningún caso. Después de tantos siglos bajo tierra, los humanos acabamos por no tener interés ni para la curiosidad canina. No obstante su manifiesto desinterés por los huesos, no dejamos de vigilar, por si acaso el instinto “perruno” terminaba por salir a flote.
Al rato, descubrimos con horror que Saba tenía el hocico completamente cubierto de tierra, signo inequívoco de que había estado escarbando y enterrando algo... ¡Ay, terrible sospecha! ¿Y si, por fin, a nuestras espaldas había saqueado el yacimiento y escondido un hueso humano?
Tras recriminarle su acción con palabras indignadas, investigamos por donde la habíamos visto merodear últimamente y, al cabo, ella misma se delató. Al acercarnos a cierto montón de tierra comenzó a gruñir y morder las botas de su dueña, señal inequívoca de que allí estaba el “cuerpo” del delito y no quería cederlo.
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Alcozar, enterramientos individuales bajo el muro oeste.
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Sin embargo allí no se veía nada, aunque el misterio lo aclaró la propia Saba. Al ver que nos acercábamos tanto a su “tesoro”, intentó rescatarlo. La sorprendimos tirando de un trozo de cuerda basta, que sobresalía del terreno, y tanto tiró que desenterró el “hueso” al que estaba atada. ¡Oh, sorpresa y chasco! No se trataba de hueso humano alguno, sino del típico hueso de jamón con su cuerda atada a la pezuña...
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Saba con el "cuerpo" del delito... [Foto cortesía de Pata de Oca].
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La explicación, se imaginaba sencilla. Los obreros de la excavación, debían haberse dado un banquete de buen jamón serrano, abandonando luego la extremidad inservible: pezuña y cuerda. Moraleja: Los perros son más inteligentes que los humanos, pues mientras nosotros nos extasiábamos fotografiando huesos, mondos y lirondos, de congéneres muertos hace un puñado de siglos, Saba, más lista que el hambre, reciclaba un reciente y sabroso hueso de cerdo, quien sabe si ibérico o de bellota.
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Salud y fraternidad.
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